Vigesimotercer domingo del Tiempo Ordinario

 Vigesimotercer domingo del Tiempo Ordinario



Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18,15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos. Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

Palabra del Señor.

Reflexión:

«HABRÁS GANADO A TU HERMANO» El capítulo 18 del evangelio de Mateo contiene diversas enseñanzas acerca de la vida comunitaria. A través de ellas descubrimos una comunidad que tiene que dar respuesta a situaciones difíciles y a conflictos que van apareciendo en su interior. Los pasajes del evangelio que leemos tanto este domingo como el próximo responden a la pregunta de cuál debe ser la actitud de la comunidad cristiana ante los hermanos que tropiezan o se desvían del camino.

Para comprender mejor el sentido del evangelio de hoy conviene que distingamos en él dos partes. Los primeros versículos (Mt 18,15-17) proponen un itinerario de corrección fraterna, y los siguientes (Mt 18,18-20) recogen tres sentencias de Jesús. ¿Qué momentos componen el proceso de corrección fraterna? ¿Quiénes son los protagonistas en cada uno de ellos?

La corrección fraterna se entiende como un proceso de búsqueda realizado con respeto y amor: el pecador es un hermano (dos veces se repite la palabra), y su falta se trata con discreción pero con seriedad. En la mentalidad bíblica, el pecado de un individuo repercute en toda la comunidad. Tal vez por eso, en esta búsqueda aparece implicada la comunidad entera: primero a través de uno de sus miembros, después con alguien más que sea testigo de la corrección y, finalmente, con la intervención de todo el grupo. Como en toda búsqueda, el trabajo puede culminar en éxito o en fracaso. En el primer caso, “habrás ganado al hermano”. En el segundo, hay que considerarlo como “un pagano o un publicano”, expresiones propias de una comunidad cristiana todavía anclada en el judaísmo. El objetivo de la corrección, ciertamente, no es condenar al pecador, sino ganar al hermano. Pero puede darse el caso de que el pecador no atienda a la corrección que se le hace: la comunidad de Mateo tenía que contemplar y regular la posibilidad de que, por sus actitudes, alguno de sus miembros quedase fuera de la comunión con la comunidad. Son sugerentes los verbos que utiliza el evangelista para referirse a la actitud del pecador (“si te hace caso”, “si no te hace caso”, “si no les hace caso”), que contrastan extraordinariamente con la presentación que se hace de Dios en las sentencias con las que concluye nuestro relato.

¿cuál creéis que es el mensaje de estas sentencias? ¿Guardan alguna relación con los versículos anteriores? ¿Qué se dice de Dios en ellas?

Cristo Resucitado está en medio de la Iglesia. Esta convicción es esencial para la comunidad de Mateo. La presencia de Jesús en la comunidad, tal como se expresa en la tercera de las sentencias, ilumina el sentido de las otras dos y, juntas, fundamentan la instrucción sobre la corrección fraterna. Los discípulos deben atar o desatar, retener el pecado o perdonarlo, desde la autoridad de Cristo que está en medio de su pueblo, y, precisamente por eso, su decisión en la tierra es corroborada por Dios en el cielo. De igual modo, cuando los discípulos se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo en nombre de Jesús, el Padre del cielo se lo concede. Dios escucha y permanece unido a su pueblo. La búsqueda del hermano descarriado tiene su fundamento en el amor del Padre, que no quiere que se pierda ni uno solo de sus pequeños.

La lectura de este pasaje entre las parábolas de la oveja perdida y la del perdón sin límites, o junto a tantos textos en los que Mateo propone la centralidad del mandato del amor, nos recuerda que el desatar y el perdonar tienen absoluta prioridad sobre el atar y el excluir.

Cristo está en medio de nosotros. Esta convicción afecta a toda nuestra vida: nuestra relación con Él se produce en un marco de cercanía y sabemos que en la oración somos escuchados; el compromiso con los hermanos se hace más exigente por el testimonio de Jesús, que nos mueve a velar por los más débiles... Dejemos que su Palabra resuene en el hoy de nuestra vida.


La ofensa y el perdón, la comunidad que cuida de los suyos, la búsqueda y el abandono, la presencia de Jesús en medio de los que se reúnen en su nombre, el Padre del cielo que escucha la oración..., un sinfín de motivos para elevar a Dios nuestra plegaria de petición, de acción de gracias, de alabanza.

Oración: “Oh, Dios, por ti nos ha venido la redención y se nos ofrece la adopción filial; mira con bondad a los hijos de tu amor, para que cuantos creemos en Cristo alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo”. Amén.

“Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón»”. (Salmo 94)

(Reflexión extraída del libro: Cf. “TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA”. Lectura creyente de los Evangelios dominicales. Ciclo A, Editorial Verbo Divino, Pamplona, 2008)


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