La Fe lo puede todo
Vigésimo domingo del tiempo ordinario
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28
En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró a la región de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». Él les contestó: «Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Ella se acercó y se postró ante él diciendo: «Señor, ayúdame». Él le contestó: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija.
Palabra del Señor.
Jesús, en el evangelio de hoy, pone como única condición para obtener la salvación, la fe. Toda oración será escuchada, no importa si la expresa un judío o un pagano. El evangelio presenta la fe valiente, constante y confiada de una mujer sin nombre, pagana y extranjera que arranca a Jesús una alabanza y, además, el don del pan de la salvación para los paganos.
Comencemos diciendo que el don del pan ocupa un lugar central en este pasaje y que, curiosamente, Mateo relata no una, sino dos multiplicaciones de panes. La primera simboliza la oferta del Reino hecha a Israel (Mt 14,13-23), y la segunda, la extensión de esta oferta a los paganos (Mt 15,32-39). Como reacciones a ambas ofertas de salvación, Jesús encuentra por un lado la hostilidad de los dirigentes del pueblo judío a sus enseñanzas y, por otro, la acogida sincera de una mujer pagana. Por eso el pan del Reino, sus enseñanzas y los signos que lo hacen presente también son entregados a los paganos, quienes por su fe formarán parte del nuevo Israel.
Allí se encuentra con una mujer cananea, es decir, perteneciente a un pueblo recordado en el Antiguo Testamento como idólatra y enemigo de Israel. Un pueblo de “perros”, palabra despectiva que utilizaban los judíos para referirse a todo pagano y que va a contrastar con la fe incondicional en Jesús que muestra la cananea. Esta mujer va gritando detrás de Jesús.
Hay tres elementos en el grito de la mujer que es necesario tener en cuenta. Lo primero que llama la atención es que solicita “piedad”. Sorprende, porque es una actitud que no proviene del mundo pagano. Enseguida llama a Jesús “Señor” e “Hijo de David”, títulos que evocan el misterio de su persona y que incluso a los discípulos les está costando reconocer. Por último, la mujer expresa la realidad de su hija: “Mi hija tiene un demonio muy malo”. La mujer se arrodilla en señal de adoración al Señor e insiste en su petición. En el diálogo que mantienen ambos, la conversación gira en torno al don del pan. De este modo se alude simbólicamente al Reino y a los signos de Jesús que lo hacen presente. Los hijos son el pueblo de Israel, los perrillos son los paganos.
Jesús comienza señalando que su misión está orientada al pueblo judío, pero la mujer, que se sabe colocar en el lugar de los pequeños, reacciona con una terquedad que desarma y responde que el banquete que el Señor viene a ofrecer es de una abundancia tal que todos pueden beneficiarse, también su hija, que necesita el pan de la curación.
Jesús, que había censurado a Pedro y a los discípulos por su falta de fe (Mt 14,31), exclama ahora: “¡Mujer, qué grande es tu fe!” (v. 28) y concede la salvación a su hija.
Una mujer extranjera, pagana y sin nombre pasa a la tradición cristiana como modelo de fe fuerte, como ejemplo de súplica profunda y confiada, como prototipo de auténtica piedad. Su figura no puede dejarnos impasibles: tiene consecuencias muy claras en nuestra vida como cristianos.
“Ella se postró ante Jesús”: ¿Es mi fe como la de esta mujer? ¿Qué actitudes y valores de la cananea puedo incorporar a mi vida?
“¡Señor, socórreme!”: ¿Mi oración brota, como la de la mujer cananea, de una experiencia personal y profunda de encuentro con Jesús? ¿Qué me enseña este pasaje al respecto?
“Una cananea”: ¿Cómo incorporamos en nuestra comunidad a los extranjeros, a los emigrantes que llegan de otros lugares? ¿Consideramos que ellos nos evangelizan, como hizo la mujer cananea, modelo de fe?
“Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”: ¿Cómo puede salir la esperanza cristiana al paso de tantos gritos de la humanidad?
Oración: “
Oh, Dios, que has preparado bienes invisibles para los que te aman, infunde la ternura de tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo”. Amén.
“Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”. (Sal 66)
(Reflexión extraída del libro: Cf. “TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA”. Lectura creyente de los Evangelios dominicales. Ciclo A, Editorial Verbo Divino, Pamplona, 2008)